A Facebook le obsesiona crecer y quiere hacerlo sin que se pierda la esencia de su servicio, sin frustrar al usuario recién llegado que lleva tiempo escuchando maravillas de ese lugar en que los amigos cuentan su vida. El problema reside en que los que hacen Facebook, los ingenieros con pupitres a medida, comidas, refrescos, autobuses con wifi y aparatos de última generación en la sede de Menlo Park, no tienen muy claro cómo es eso de ir a paso de tortuga cuando se accede.
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